En la fachada del
nacimiento, Gaudí representa el misterio de la encarnación en su profundidad. La
escena del nacimiento de Jesús, con María, José, el buey y la mula se encuentra encima
de una columna con nombres en espiral, que son los antecesores del Mesías, hasta Abraham.
Esta columna está rodeada de unas
cadenas
que simbolizan la esclavitud del hombre a un misterio de mal y de pecado, esclavitud de la
cual Jesús viene a liberarle. Este misterio de mal está simbolizado por la cabeza de una
serpiente que la columna está aplastando.
Lo escuchábamos en la noche de Navidad, en la segunda lectura del apóstol san Pablo:
Ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres;
enseñándonos a renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos, y a llevar ya
desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la
aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro: Jesucristo.
El se entregó por nosotros para rescatarnos de toda impiedad, y para prepararse un pueblo
purificado, dedicado a las buenas obras.
De la carta de san Pablo a Tito, 2,11-14.